El aceite de oliva es el principal producto de la gastronomía española, muy cotizado en el extranjero y cada vez más exportado. Aunque siempre ha sido apreciado por los españoles, la globalización y el comercio internacional han logrado que, además de comprar aceite de oliva en empresas españolas con denominación de origen como Olivar de Plata, los españoles empiecen a consumirlo como producto de interés turístico, al igual que se hace con el vino (son muy conocidas las rutas de enoturismo en Andalucía, de las que podemos hablar en futuros artículos).
Ya hace años que parte del turismo se basa en la gastronomía como parte de la cultura del paisaje a visitar. España cuenta con una riqueza y calidad gastronómica mundialmente conocida, especialmente por su famosa dieta mediterránea. Es el país con más hectáreas de olivos plantados y sus aceites con denominación de origen son muy apreciados. Por este motivo, regiones como Aragón, Sevilla, Toledo, Córdoba, Jaén o Cataluña ofertan el oleoturismo como parte del atractivo turístico a sus visitantes.
Parte de su atractivo, adicionalmente a la riqueza gastronómica que disfrutarán los viajeros, reside en que se trata de un turismo poco masivo, respetuoso con el medio ambiente y la cultura local, interesado en la agricultura tradicional y en el modo de vida de los productores de este rico aderezo de nuestra cocina.
Este turismo no está basado en la venta de aceite de oliva, sino en el interés por conocer sus métodos de elaboración, las rutas para recorrer los lugares de producción más importantes de cada zona, las catas y degustaciones que permiten distinguir los matices de cada producción, talleres y cursos sobre el aceite, clases de cocina en las que el aceite es el ingrediente protagonista e incluso actividades deportivas que ayudan a conocer mejor los terrenos de producción.