Soy una fan de Italia. Hace tiempo que comencé a viajar al país transalpino, a Cerdeña, Roma, Milán, la costa amalfitana, Florencia, Sicilia… Cualquier lugar me parecía precioso, seguramente también por sus gentes y, cómo no, por la comida. La gastronomía italiana es rica en matices y difícil de encontrar algo parecido en España. Así que a la vuelta de una de estas escapadas me apunté a uno de los cursos de cocina de la empresa Lineto.
Seguramente habréis oído antes hablar de esta compañía porque es la referencia en el sector en España en cuanto a suministros de maquinaría para las pizzerías, desde hornos hasta bolsas térmicas para las pizzas que se usan en los mejores locales de toda España, pero desde hace un tiempo también organiza cursos de cocina trasalpina a los que se animan muchas personas con ganas de aprender a hacer bien las pizzas, a dominar la masa, y también a ponerse manos a la obra con la pasta artesanal y demás delicias italianas.
A mí he de reconocer que me encantó el curso y disfruté como una enana. Además, a raíz de esto me surgió una buenísima idea de negocio con la que llevo ya más de un año triunfando. Justo al terminar el curso falleció un familiar de mi padre que le dejaba como herencia una casita de piedra en un monte de la zona de Cantabria. Al principio mi padre, por su edad, me dijo que no la quería para nada y que era para mí, lo que yo vi como un marrón. Pero después, al quedarme en paro y tener más tiempo libre para pensar, uní ambas cosas y decidí acondicionarla para abrir allí mi propia pizzería.
Vamos, que tengo un restaurante italiano gracias a mis conocimientos de cocina aprendidos en los cursos de Lineto y en el medio prácticamente del monte. Casi se podría decir que es una completa locura, pero lo cierto es que me va muy bien. La clave está en que la casa se encuentra encuadrada justo al comienzo de diferentes rutas de senderismo, por lo que es un lugar de paso para mucha gente que hace este tipo de deporte y también es la zona de encuentro, ya que al lado están los aparcamientos para quienes van a comenzar las rutas.
De esta forma, son muchos los que se juntan en mi local para compartir el desayuno antes de salir a caminar y también los que vuelven exhaustos y deseando llenar el estómago con las delicias italianas que les preparo. Aquí también está gran parte del éxito, claro está, no todo tiene que ver con el enclave, sino además con el saber hacer culinario de los míos y de mí. Ya que me ha ido tan bien que he acabado contratando a un par de compañeros que estaban conmigo en uno de los cursos de cocina.
En definitiva, montaña, buena cocina y ganas de que funcione, todos los ingredientes necesarios para tener un negocio de éxito.