Uno de los placeres de la acampada es poder cocinar al aire libre, con leña, y dejando ese gustito a campo en los platos que preparamos. Sin embargo, al igual que la acampada libre despareció porque, por regla general, nuestra sociedad no respeta nada y hay que poner límites, la posibilidad de cocinar en verano con leña es casi imposible también en nuestro país, y eso es culpa de todos.
Es culpa de quienes no recogieron bien sus cosas tras acampar y provocaron un incendió cuando un rayo de sol pegó directamente sobre el cristal del botellín de cerveza vació que dejaron tirado en el suelo. Es culpa de quienes no apagaron bien sus brasas tras hacer una hoguera y prendieron fuego a medio monte. Es culpa de nuestro modo de vida y del poco respeto que le tenemos al medio ambiente. Es culpa de todos.
La conclusión es que, al final, no hay prácticamente lugares en España donde esté permitido hacer fuero entre junio y octubre, ni siquiera en las barbacoas habilitadas para ello. Por eso, cada año, un guarda forestal va poniendo candados en todas las zonas y merenderos, cartelería, avisos y lo que haga falta para que a nadie se le ocurra encender una cerilla o prender una hoguera en el campo hasta que no se vayan las altas temperaturas.
Yo, que amo la naturaleza, apoyo esta medida y me encantaría ir yo mismo a multar y sancionar a aquellos que se la salten, porque debemos cuidar lo poco que nos queda de naturaleza. Pero también es verdad que echo de menos esas paellas cocinadas a la lecha que nos hacíamos antaño un caluroso domingo de verano mientras los chavales juegan un partido al fútbol en medio de dos árboles que hacen las veces de portería.
Una Sabrosa Solución
Pero todo lo malo tiene su parte positiva, o al menos eso es lo que dicen, así que yo os traigo la solución a mis males para compartirla con todos vosotros. Y la solución se llama Paellas Gigantes Rossini, una empresa de catering que sirve paellas gigantes en cualquier lugar de España. Hechas a la leña, caseras y bien ricas. Como la auténtica paella valenciana. Divina, os lo digo enserio.
Obviamente prefiero hacer yo el trabajo, no porque me guste trabajar con 40 grados a la sombra, sino porque forma parte de la tradición, de lo que es en sí tener un día de campo, pero como ya he dicho: apoyo la norma y la cumplo. Además, las paellas de Rossini están de vicio.
Lo único que digo es que si seguimos así vamos a tener que seguir prohibiendo cosas porque parece que es la única manera que tenemos nosotros, los humanos, de controlarnos. No tenemos conciencia, no tenemos ética, hacemos lo que nos da la gana y no somos precavidos ni preventivos, por eso necesitamos normas, por eso necesitamos sanciones y multas y por eso cada día que pasa veo más lejos que todo vuelva a ser como antes, como mi extrañada acampada libre.