Dehesas de encinas, colinas plagadas de cantos rodados, valles entre montañas, campo abierto, ciudades con historia. Extremadura es la gran desconocida. Un lugar que sorprende al visitante y no le deja indiferente. Un sitio para hacer un alto en el camino, descansar y desconectar de la vida en la ciudad.
Extremadura es una región situada en el centro-oeste de España, limitando con Portugal, conformada por las dos provincias más extensas del país: Cáceres y Badajoz. Atravesada por el Tajo y el Guadiana. Conocida por ser tierra de conquistadores. Allí nacieron Pizarro, conquistador del Perú y Hernán Cortés, conquistador de México. Pero también Pedro de Valdivia, conquistador de Chile, Pedro de Alvarado, conquistador del Golfo de México, Vasco Núñez de Balboa, que tras tomar Panamá fue el primer europeo en descubrir el océano Pacífico y Hernando de Soto, que conquistó Nicaragua.
A pesar de su aparente homogeneidad, en su vasto territorio existen espacios naturales muy diferentes, algunos de gran valor ecológico, como los Montes de Monfragúe, espacio protegido donde cría el buitre negro o los Llanos de Cáceres, lugar de paso de aves migratorias. Hay verdes valles entre montañas y amplias llanuras de secano.
Entre sus múltiples encantos, tres llaman la atención de viajero:
Ciudades con historia.
La región está plagada de ciudades con un rico patrimonio cultural, deleite de aquellos que disfrutan visitando monumentos históricos. De entre ellas, una de las más conocidas es Merida, situada al norte de la provincia de Badajoz, bañada por el río Guadiana y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1993. Fue capital de la provincia de Lusitania en el antiguo imperio romano. De aquella época mantiene su famoso teatro romano, uno de los mejor conservados del mundo, donde aún se celebran espectáculos teatrales y actuaciones musicales. También conserva el anfiteatro, las ruinas del circo romano, dos puentes romanos sobre el río Guadiana, dos acueductos y la planta de la casa de Mitreo, prototipo de una casa patricia. De épocas posteriores destacan la alcazaba árabe, la con-catedral de Santa María La Mayor y multitud de iglesias y conventos levantados a partir de la baja edad media.
Al norte de la provincia de Cáceres se encuentra Plasencia, con un conjunto histórico declarado bien de interés cultural. Fue fundada como villa en 1186, por el rey Alfonso VIII de Castilla, ocupando un papel importante durante la edad media, pues a pocos kilómetros se situaba la frontera que separaba los reinos de Castilla y de León. En su catedral se casó Juana La Beltraneja con el rey de Portugal en plena guerra de sucesión castellana que terminó con el nombramiento como reina de Isabel La Católica. Plasencia conserva la muralla medieval, dos catedrales, un acueducto construido en el siglo XVI, el palacio de Maribel, del siglo XV, y el palacio Carvajal-Girón, del siglo XVI.
Trujillo es la ciudad donde nacieron los conquistadores Francisco Pizarro y Francisco Orellana, descubridor del río Amazonas. Tiene una magnífica plaza Mayor renacentista del siglo XVI. Una plaza castellana porticada, rodeada de palacetes y casas señoriales construidas en aquel siglo. Dentro de sus monumentos históricos destacan la iglesia románica de Santa María la Mayor, el palacio de la Conquista, el de la Cadena y el de San Carlos, todos ellos posteriores al siglo XV, y el castillo árabe del siglo IX.
La ciudad de Cáceres fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986. Fue una importante ciudad romana atravesada por la vía de la plata. En la edad media, después de su reconquista, Alfonso IX de León le concedió fueros propios y la nombró villa de realengo. Este tratamiento real privilegiado incentivó que nobles y caballeros establecieran en la localidad su residencia, levantando una gran cantidad de palacios y casas nobiliarias que configuran su casco antiguo, que aún conserva la morfología de una próspera ciudad medieval.
Gastronomía.
Extremadura se caracteriza por la producción de productos alimentarios de alta calidad, muy valorados por los entendidos. Entre ellos se encuentra el jamón y el embutido ibérico de la dehesa extremeña, la Torta del Casar, un queso artesano para untar hecho con leche de oveja, el Queso de la Serena, fabricado artesanalmente en el noreste de la provincia de Badajoz con leche de oveja merina, el Queso de Ibores, hecho con leche cruda de Cabra, el pimentón de la Vera, uno de los más apreciados del mundo y las cerezas del valle del Jerte.
La gastronomía extremeña es todo un universo por descubrir. Ligada al clima, inviernos fríos y veranos muy calurosos, a la economía agraria y a la condición de ser una región de interior, donde el pescado, si no era en salazón, rara vez llegaba. Su comida, en los que se combina la carne y la verdura, ofrecen algunos platos típicos que solo se saborean en aquella región.
Son muy conocidas las migas extremeñas, cocinadas en una sartén con pan duro, aceite, agua, ajo y acompañadas con tocino y chorizo. No son muy diferentes de las migas manchegas, pero si se utiliza en su elaboración embutido ibérico, tienen un sabor muy especial. La chanfaina es un plato que comparte Extremadura con otras provincias como Salamanca, León y Ávila y en la que se aprovechan las vísceras del cordero.
El frite es una caldereta de cordero hecha con cebolla, pimiento rojo, ajo, vino y pimentón de la Vera, característica de la región. Como lo es el zorongollo, una ensalada de pimientos rojos y tomates asados, bañados en su jugo y aderezados con cebolla, ajo y aceite de oliva.
En verano se cocina el cojondongo, un moje a base de pan, aceite, vinagre, agua y sal con el que se refrescaban los hombres del campo a media mañana, y que con el tiempo se le ha añadido un picadillo de tomate, pimiento y cebolla; y el sopicaldo, un plato frío hecho a base de pollo asado sobre el que se vierte una salsa con yema de huevo y almendra molida.
Respecto a los postres tenemos la oportunidad de descubrir los huesitos extremeños y los pestiños, con su sabor a anís y a canela.
Turismo rural.
Otra de las razones por las que vale la pena descubrir Extremadura es para encontrarse con la paz y el sosiego que da el campo. La dehesa extremeña es un vasto territorio en el que cerdos, ovejas y cabras pacen sueltos en la naturaleza. Un espacio natural poblado por bosque mediterráneo de encinas y alcornoques por el que transcurren arroyos que llegan hasta los pueblos. Extremadura está organizada en municipios, más o menos poblados, con los términos municipales más extensos de España y en el que los núcleos urbanos distan unos de otros unos 30 km. En todo ese espacio no hay más que campo. Nada puede perturbar la paz más que toparse por casualidad con un pastor que guía su rebaño o con un campesino que va a trabajar al campo.
Desde el albergue La Jarilla, una casa rural de la zona, nos comentan que es un lugar ideal para practicar el senderismo, el ciclismo o cualquier actividad en contacto con la naturaleza. Extremadura ofrece paisajes naturales singulares y diversos. Desde valles entre montañas con árboles frutales como los valles del Jerte o el Tietar, las áreas verdes que se forman en las vegas del Tajo y del Guadiana, hasta otras más áridas, pero igualmente apacibles en la parte de Badajoz que pega a Andalucía.
Para una escapada de fin de semana o para un periodo un poco más largo, Extremadura es uno de esos lugares de España que vale la pena descubrir.